Romper el silencio contra el calvario diario que viven las mujeres

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Testimonio de violencia y violación, además de la corrupción y la falta de empatía.

DURANGO, Dgo.-Diariamente se ejerce violencia contra las mujeres en México, de distintos tipos y de la que desafortunadamente no siempre se puede salir, por lo que desde hace algunos años se han intensificado las manifestaciones, el grito de quienes claman justicia y su derecho a vivir en paz, basadas en no quedarse calladas y denunciar todos los abusos que sufren cada día, y  a través de su historia, Alejandra Isabel Mercado García, rompe el silencio.

La violencia disfrazada de amor

A los 14 años inició una relación de noviazgo en Guadalupe Victoria, Durango, de donde es originaria “y desde ahí comenzaban los señalamientos de la sociedad, porque empezaban a decir que me iba a embarazar joven y esas cosas”, pero no solo tenía que lidiar con los comentarios, sino que había violencia de parte de su pareja, hasta que en un momento llegó a los golpes tras una discusión con uno de sus amigos, quien constantemente la molestaba diciéndole de las infidelidades de su pareja. “Me pegó en la camioneta, y cuando llegamos al rancho a donde íbamos a una fiesta, me bajé, entré a la casa y agarré un taco de la mesa de billar para tratar de defenderme de mi novio y de su amigo, pero mi novio me agarró y me pegó horrible, hasta que pude irme de ahí, en la madrugada, pero eran varios kilómetros hasta mi casa, entre labores y ladrilleras, tenía mucho miedo. Llegué casi amaneciendo a mi casa, cansada, golpeada, adolorida, con las botas llenas de lodo, con frío, pero sabiendo que nunca más volvería con ese tipo”.

            Para este entonces ya habían pasado casi siete años de discusiones, celos, violencia “y es que como tuve ese novio tan chica y duramos tanto tiempo, yo llegué a pensar que así era, que si no había drama, que si no había celos, entonces no te querían, pero estaba muy equivocada”. Durante estos años, en un momento se había separado de esa pareja y comenzó a salir con otra persona, pero la situación no fue diferente e incluso fue mucho peor.

            “Después de lo que pasó con mi exnovio decidí no volver con él, porque me había golpeado y ya sería muy tonto regresar con alguien así, y decidí alejarme, dejé mis estudios, ya estaba en octavo semestre de ingeniería, me vine a vivir sola a Durango y empecé a estudiar derecho en la Fader, y casi en cuanto llegué, ese otro chavo con el que había salido algunas veces me empezó a mandar mensajes, pero yo la verdad ni le hacía caso pues no me interesaba tener una relación con él, y empezó a decirme que por qué me había ido a Durango, que yo era suya y que debía de estar con él, cosas así”, sin embargo, en ese momento se encontraba más enfocada en comenzar la escuela, en acomodarse a su nueva vida en la capital.

Violación y la cercanía con la muerte

Luego de pasar un mes en Durango, decidió regresar a Guadalupe Victoria para visitar a su familia y amigos, sin imaginar que toda esa emoción que sentía por los cambios en su vida y por reencontrarse con sus seres queridos se vería opacada por un acontecimiento que bien pudiera ser parte de una película de terror, pero que desafortunadamente es parte de la realidad que diariamente viven miles de mujeres.

            “Cuando llegué pasó un amigo a recogerme y nada más llegué a la casa y dejé mi maleta, y nos fuimos a pasear. Ya en la noche regresé a la casa y me estaba comiendo una hamburguesa en la cocina, cuando este tipo me empezó a mandar mensajes, diciendo cosas de que ya no me dejaría ir, pero yo no le di importancia, hasta que me dijo que me estaba viendo. Ya sabía que yo había llegado y estaba vigilando a qué hora llegaba a la casa, y de repente me mandó un mensaje diciéndome que fuera a mi cuarto, para ver algo. Cuando entré, vi mi maleta abierta, con lo que traía todo desordenado, pues se metió a la casa a revisar mis cosas, y cuando revisé, se había robado mi ropa interior”, obviamente esto la asustó y también sitió coraje, por lo que empezó a reclamar por sus acciones, pero este tipo parecía tener ya todo un plan elaborado para cumplir su objetivo que era no dejarla ir.

            La madre de Alejandra no se encontraba en ese momento, ya que trabajaba en un hotel a unas cuadras de la casa y justamente ese día tenía que cubrir el turno de la noche, por lo que se llevó a su otra hija, una menor de edad, para cuidarla mientras trabajaba, y al parecer el tipo que la estaba acosando lo sabía y quiso aprovechar que ella estaría sola en la casa. “Desde que me empezó a mandar los mensajes ya me estaba viendo por la ventana de la cocina, y ya cuando yo estaba en mi cuarto vi que abrió la puerta de la cocina y venía hacia mí, así que cerré la puerta de la habitación, y había una ventana pequeñita, me subí a un banco para tratar de escapar. Ya estaba a punto de salir cuando este tipo rompió la puerta del cuarto, yo creo que iba muy drogado o borracho, no sé, pero destrozó la puerta y me alcanzó a agarrar y me golpeó horrible. Recuerdo que yo traía una chamarra de esas que tienen como un cinto para amarrarse, y con ese me amarró a la cama y ahí me violó”.

            Como el violador trabajaba en una paquetería, llevaba cinchos de plástico de los que se usan para asegurar los paquetes, y con ellos le sujetó las manos a Alejandra, quien a rastras fue sacada de la casa hacia la camioneta de su agresor, pues su intención era llevársela “porque solo debería estar con él, me decía”. Al subir a la camioneta, en un descuido ella logró tomar las llaves y las lanzó por la ventana, lo que enfureció todavía más al agresor, que la bajó, la golpeó de nuevo y la obligó a que se pusiera a buscar las llaves. “Las encontré, pero me las escondí entre mis botas, porque sabía que si ya se había atrevido a todo lo que había hecho, me iba a llevar a algún lugar donde me iba a matar”.

            Como no consiguió llevarla en la camioneta, comenzó a arrastrarla por la calle, sin embargo, como la casa de su familia estaba en las orillas de Guadalupe Victoria, a pesar de sus gritos no había nadie que pudiera salir a brindarle auxilio. En un determinado momento, el agresor la arrojó hacia el suelo y se abalanzó sobre ella, lo que sintió como que ya estaba decidido a matarla ahí mismo. “Encontré una piedra y con toda mi fuerza le di en la cabeza, así que cayó a un lado y yo aproveché para levantarme y tratar de huir, pero me sentía muy cansada, muy golpeada, así que de pronto me alcanzó, mucho más enojado y me decía: ‘Mira lo que me hiciste, pendeja’, y yo le vi mucha sangre, porque yo creo que sí le pegué muy fuerte. Por suerte yo todavía traía la piedra entre las manos y le volvía pegar en la cabeza, y con eso se cayó y se quedó tirado en el suelo. Como pude alcancé a llegar al hotel donde estaba mi mamá para pedirle ayuda.

            Afortunadamente logró sobrevivir a este ataque, pero como sucede cotidianamente, estaba por iniciar un nuevo calvario lleno de corrupción falta de sensibilidad e incluso señalamientos para hacerla parecer a ella la “culpable”, que suele ser algo igual o más violento que el abuso físico que ya se ha sufrido.

A la violencia, más violencia

No han faltado las críticas hacia las manifestaciones, marchas y señalamientos que las mujeres realizan, sin embargo, la razón de este grito desesperado de su parte es porque no se les escucha de otras maneras, pues las autoridades y la sociedad en general tienen poca sensibilidad ante casos tan graves como el de Alejandra, quien también tuvo que vivir más violencia, después de la que ya había vivido.

            “Mi mamá obviamente se asustó mucho cuando me vio llegar al hotel, llena de sangre, que yo ya no sabía sí era mía o de ese tipo. Yo le platiqué que se había metido a la casa, que me había golpeado, pero en ese momento no le quise decir que me había violado”. Al día siguiente se trasladó a la capital de Durango para poner una denuncia formal ante la Fiscalía General del Estado, ya que estaba decidida a no quedarse sin justicia ante lo sucedido.

            Al llegar ante el ministerio público su respuesta fue todo menos lo que esperaba, “porque desde que llegó me dijo que para qué denunciaba si seguramente él ya se había ido y nunca lo iba a encontrar, y de mala gana le dijo a su secretaria que me tomara la declaración. Por todo lo que había pasado, por la actitud de este tipo que se supone es la autoridad, yo firmé lo que se suponía era mi aclaración, pero me engañaron, en realidad me dieron a firmar un desistimiento para que mi agresor ya no tuviera problemas, Se me adelantó, porque tenía familiares en el ayuntamiento, en tribunales de Guadalupe Victoria, y como seguramente pensaron que yo iría a poner la denuncia, actuaron desde antes y cuando yo llegué el ministerio público ya sabía lo que tenía que hacer, así que nunca se consideró lo que había pasado como un delito”.

            Al día siguiente Alejandra fue a sus clases, pues ya estaba en el semestre cero de la licenciatura en Derecho, y aprovechando que en una clase se estaba tocando el tema de derechos humanos, “yo hablé de lo que me había pasado, frente a la maestra y a los compañeros que tenía en ese momento, y la verdad es que yo esperaba el apoyo de mi maestra, por ser mujer, porque obviamente ella sabe de leyes, esperaba que me dijera ‘vamos a ver qué podemos hacer, yo te acompaño’, o bueno, al menos que me dijera ‘¿estás bien?, ¿cómo te sientes?, pero no, me empezó a criticar y a corregir porque no usaba bien los términos legales, pues yo decía que ese tipo me había secuestrado, y así trataba de desviar la atención hacia otras cosas, como si lo que me había pasado no importara y terminó cambiando el tema, y tampoco mis compañeros le dieron importancia, e incluso algunos hasta empezaron a burlarse”.

            Socialmente la situación no fue diferente, pues luego de contarle a su madre que también la habían violado “aunque siempre me apoyó, la realidad es que no tenía el conocimiento, las herramientas necesarias para afrontar algo así, por lo que por lo regular trataba de no hablar mucho de eso, pero no por querer dañarme, sino que simplemente no sabía cómo manejar algo así, pero de alguna manera siempre estuvo apoyándome”. Entre la comunidad  Guadalupe Victoria, conocidos, vecinos y demás, había comentarios constantes “en los que creían que todo era mi culpa, porque decían ‘tú qué esperabas al salir con alguien como él’, pero pues lo menos que uno espera al salir con un hombre es que te viole, que te golpee o que te quiera matar, entonces, culparme a mí, el decir que siempre es culpa de una como mujer es algo terrible, porque yo ni siquiera tenía una relación con ese tipo, y aunque la tuviera, eso no le da el derecho a hacer lo que hizo. Es difícil lidiar con esa situación, que no te crean, que las autoridades no hagan nada y que hasta en tu misma familia te culpen o solo callen”.

‘Ya me jodiste una vez y no voy a dejar que me jodas toda la vida’

Luego de todo lo vivido hace ya siete años, hoy, a sus 29 años Alejandra ha ido sanando las heridas que esta experiencia le dejaron, basada en el amor propio, en su fortaleza interna y con terapia sicológica.

            “Yo misma me hice a la idea de que hay cosas que debía cerrar para poder fluir, porque si no sueltas para poder lograrlo, es un proceso tuyo, nadie más va a venir a decirte cómo hacer las cosas, porque te pueden decir mil veces que lo sueltes, que lo dejes ir, pero realmente la que tiene que hacer la chamba eres tú como mujer”, y es que ante las circunstancias que siempre parecen estar en contra, solo se puede contar con uno mismo para salir adelante, “y por eso es que la lucha la estamos haciendo mostraos mismas, las mujeres”.

            “Lo que podemos hacer es soltar, decirle al agresor, ya tomaste mi cuerpo, mi energía, pero ya me jodiste una vez y no voy a permitir que me jodas toda la vida, no voy a dejar que siempre me estés acechando de una manera en que no me dejes progresar. Hay que soltar y vivir, de lo contrario, yo me hubiera sumido solo en el dolor, no me hubiera dado nunca la oportunidad de volver confiar en un hombre y tener una relación sana de pareja, me hubiera quedado estancada si hubiera aceptado lo que michos decían de que la culpa era mía, pero no, estoy consciente de que yo no tuve la culpa de nada.

            En este momento, es de suma importancia el hablar sobres estos temas, saber que hay más mujeres que pueden escuchar, que pueden dar apoyo porque ya han vivido experiencias terribles de violencia, acoso, abuso y todo lo que también se evidencia a partir de eso, como la corrupción, la falta de empatía, de equidad, en resumen. la falta de humanidad.

            Este testimonio de Alejandra  sirve para romper el silencio y también para que otras mujeres sientan que no están solas y que a pesar de que la experiencia vivida pueda rayar en el espanto, es posible sobrevivir y echar a andar por un nuevo camino.

Por Carlos Yescas Alvarado

Especial/Enlace magazine

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