La denuncia pública hecha por una madre de familia y su hijo, sobre las condiciones de trato hacia los alumnos de nuevo ingreso en la Escuela Normal Rural  José  Guadalupe Aguilera,  en Canatlán Durango exhibe una realidad en esa institución, donde destaca la ausencia de autoridad escolar, desinterés de la Secretaría de Educación en el Estado, (Seed), y la repercusión en el desempeño del personal docente, administrativo y operativo de esa Normal.

Julio Manuel Maldonado González, de 18 años, de Guadalupe Victoria, Durango; vio en esa escuela una oportunidad para formarse como profesionista de la educación.  Pronto sus ilusiones se habrían de desmoronar debido a la experiencia que vivió en menos de 72 horas al inicio de la llamada semana de inducción y que le frenó sus aspiraciones de ser un maestro rural.

Julio había ingresado al curso desde la tarde del domingo; a partir de ahí comenzó su calvario.

“Al principio te traen con engaños de que la novatada ya fue cancelada ya se terminaron esos tiempos, pero al ingresar por los pasillos ya te están esperando los alumnos y ahí empieza lo peor: nos esculcan las mochilas, nos quitan las carteras, relojes, joyería y dinero”, explicó.

Este exaspirante a alumno de la Aguilera dijo además que, “nos hicieron llevar una despensa para uso de nosotros lo cual fue mentira y solo unos dieron una sola vez de comer y una porción muy pequeña; en la noche nos ponían a hacer ejercicio no nos dejaban dormir   los únicos momentos en los que descansábamos eran al momento de tener las clases del curso de inducción; dormíamos en el piso al momento de estar en el dormitorio nos aventaban cohetes”.

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Ya en el 2018 Rolando Mojica Morales de 19 años y estudiante de nuevo ingreso en esa institución habría fallecido por lesiones provocadas al parecer por una novatada de esa escuela.

Para Armando N. quien ha laborado por poco más de 8 años en esa institución, y quien pidió omitir su nombre real debido a las represalias que su testimonio podría generar, habló sobre lo que ocurre al interior de esa institución, de la que dijo, “lo narrado por Julio se queda corto comparado con todo lo que les hacen ahí”.

“Los cohetes a mitad de la noche y el maltrato que les dan en la Normal han sido por mucho una demostración de poder que los alumnos del Consejo Estudiantil y los que los apoyan han mantenido para demostrar que ellos son los que tienen el control y el poder en ese lugar y no la dirección”, explicó Armando.

Para este trabajador, la llamada semana de inducción es una novatada que lejos de extinguirse de ha perfeccionado más y que las autoridades educativas han pretendido ignorar para no generar más conflictos.

El maltrato que los aspirantes reciben no es solo en una semana, aseguró Armando, es a lo largo de todo el año y no solo es físico, también es sicológico, “la semana de inducción es tan solo una probadita; si han dejado a alumnos sin comer y yo lo he visto, pues me ha tocado ayudar para que el estudiante sancionado por cualquier falta que en nada involucra a la institución le suspenden la comida y nosotros les hemos cooperado para que puedan comer algo”.

Dijo además que además de realizar las labores académicas los ponen a limpiar, “a trabajar y son los que botean, los que salen fuera van a hacer los paros, los retenes y cuando es un movimiento más grande entonces se reúne toda la base”.

A pregunta expresa si la Aguilera cumple con el programa educativo y los objetivos a alcanzar, Armando reconoció que esa institución está muy enfocada en la formación de maestros rurales, “el problema es que algunos de los muchachos no van con esa idea, pero si a realizar cosas que no se deben; si van bien preparados por los maestros, pero los métodos que los alumnos utilizan para ‘educar´ a los de nuevo ingreso no son bien visto por nosotros”.

La presión de los alumnos, explicó Armando alcanza también a los directivos y maestros, “si no les parece o no les gusta los retiran, los cambian, así como también a los trabajadores”.

Cualquier directivo, dijo, “tiene algún problema si no se hace lo que los alumnos están pidiendo”.

Armando reconoció el valor de Julio al haber alzado la voz y denunciar lo que ocurre al interior de esa escuela.

“Es una buena escuela y da buenos maestros, pero hay muchachos que no van precisamente a estudiar y otros que no necesitan la Normal realmente, porque esta es para estudiantes de bajos recursos”.

Sobre las recientes declaraciones de Rubén Calderón Luján, secretario de educación en el Estado, de Miguel Estrada coordinador de instituciones formadoras de docentes de la misma Seed, así como de Tomás Palomino Solórzano, subsecretario de educación media superior y superior del estado de Durango, Armando las calificó de mentiras; “no quieren reconocer lo que existe y no sé quieren meter en más problemas pues ahorita todas las normales están en el ojo del huracán”.

Daniela González Ibarra, madre de Julio había declarado que, “la directora ya sabía de lo ocurrido, pero tal parece que con las declaraciones de los funcionarios de la Seed quieren hacer cortinas de humo y que no se sepa lo que ocurre”.

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González Ibarra y su hijo Julio promovieron una queja ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos, (CEDH), por agresión hacia su hijo.

Preguntado en que estriba la necesidad de los alumnos por demostrar que mantienen el poder al interior de la institución, Armando respondió que quienes forman el Consejo Estudiantil, (CE),  esto es: la  cabeza principal, raciones, transportes y deportes sumando aproximadamente 20 estudiantes, y alguna representación más, reciben beneficios que van desde vehículos propios,  “y en ocasiones hasta mejores que los de nosotros, reparación de estos cuando se descomponen, y dinero proporcionado por la propia Seed para su uso personal”, tienen además una casa en las propias instalaciones que está destinada al uso de los integrantes del Consejo”.

Armando explicó que el CE tiene ingerencia en la vigilancia de las diversas zonas de la escuela, donde después de determinadas horas no permiten pasar al personal responsable de la  vigilancia del plantel a realzar sus rondines, marcándoles un alto, lo que da píe a actitudes poco transparentes de los alumnos; también deciden sobre la cocina, “hay una comisión de raciones la que está muy pendiente de los alimentos, así como también de quien puede trabajar o no en la cocina y si algún trabajador no es de su agrado de forma inmediata lo cambian sin la intervención de la dirección de la escuela”, y agregó, “es por ello que pueden decidir a quién darle de comer o no”.

Legado que heredar.

Para los estudiantes de esa Normal es importante llevar un registro de los hechos más importantes que han marcado a esa institución y cada generación de estudiantes al frente del Consejo lleva un registro de esos hechos, así como de los actores que en su momento han sido parte de la historia de esa institución los que se inscriben en “El Libro”, mismo que es pasado año con año y donde hasta los indeseables son parte de ello, describió Armando.

Pero lo más grave de todo esto, señaló este trabajador son los actos que ahí suceden y que muy poco se sabe de ellos, pues se habla de golpizas a los alumnos, así como de abuso sexual entre ellos”.

Para Armando lo actuado por Daniela Ibarra, madre de Julio debería ser parte de las responsabilidades de los padres de familia; “si los padres de familia de todos los que han sido lastimados acudieran a ver lo que ahí sucede sería una enorme presión para las autoridades de la escuela y de la Secretaría y quizás con el tiempo poco a poco se podría ir reduciendo estos actos salvajes de los estudiantes que pretenden educar así a sus compañeros de nuevo ingreso”.

Javier Reyes Solís, quien fuera director de esa institución, y ahora coordinador de posgrado y catedrático de la misma dijo que él no ha salido de la institución, y que labora en ella desde el año dos mil.

Preguntado si en su momento cuando ingresó a esa escuela fue sujeto a una novatada, señaló, “en el año 1979, cuando ingresé a la escuela normal, no existía curso de inducción así que no pasé por ese proceso, y no tuve la vivencia de un curso de inducción”.

A pregunta expresa de si esta escuela podría ser una herramienta que pudiera ser utilizada para generar conflictos, respondió que, “no veo la escuela como una herramienta que pueda ser utilizada para generar conflictos. Los conflictos que se conocen en la institución derivan de las demandas estudiantiles que para ellos son legítimas”.

Sobre el Libro, dijo desconocer la existencia de este.

En relación a los recursos que recibe esa Normal, aseveró que, “el presupuesto institucional es el que asigna la propia Secretaría, a veces se amplía por las demandas estudiantiles. Hay algunos ingresos propios derivados de la actividad agrícola con que cuenta la escuela y desconozco sobre otros”.

Dijo además desconocer si los integrantes del CE reciben dinero de alguna autoridad.

Armando dijo que los alumnos reciben una beca semestral Benito Juárez de 13 mil pesos, así como también una entrada de dinero llamada PRE que alrededor de 2 mil pesos o más.

Ésta última, aseguró Armando no se les entrega a los alumnos de primer ingreso y se destina para los gastos de graduación de la generación que va a salir; “esto es de común acuerdo con los estudiantes, aunque estos dos últimos años de la pandemia, quien sabe donde habrá quedado ese dinero pues no hubo fiestas de graduación”.

Reyes Solís aseguró que la escuela no incluye novatadas; “lo que está actualmente institucionalizado es un Curso Propedéutico coordinado entre la dirección de la escuela y la representación estudiantil”.

Ramiro Ramírez Martínez, originario de Santa Lucía, egresado de la Normal Aguilera en 1992, habló sobre su paso por esa institución.

“Fueron otros momentos, otras épocas ahí mismo cursamos el bachillerato y la carrera; en ese tiempo no se utilizaba ese esquema educativo que incluía la semana de inducción”.

La novatada que existía, aseguró, “no pasaba mas allá del corte de pelo, solo nos rapaban, pero hasta ahí; no sé en que momento   y hasta que punto esté reconocida legalmente esa semana de inducción y esas prácticas se debieron de fundamentar”, y agregó, “lo único que se escucha es de algunas actividades ahí extremas que han llegado a lastimar a alguna gente, yo realmente no he estado cerca y cometería un error si asegurara, pero por ahí se han escuchado algunas cosas”.

Esta novatada tendía a desaparecer, y yo nunca participé en ello, no me gustaba, no era un acto de buena camaradería, aunque en algún momento se hizo una moda yo opté por romper ese esquema”.

Sin embargo, dijo, “cuando egresamos volvió este tipo de prácticas”.

Al salir Ramírez Martínez ejerció su profesión en el norte de Guanaceví por 3 años; poco después en Santiago Papasquiaro, Tamazula y Canelas.

“La gente de la sierra lo trata a uno bien, no es por nada; yo en algún momento he escuchado que en la semana de inducción según es para que los alumnos se hagan fuertes, rudos y ver si van a aguantar allá en la sierra, pero los tiempos han ido cambiando y la realidad es que en la sierra la gente lo trata a uno muy bien y hay mucho respeto al maestro”.

Reconoció que en ocasiones han pretendido darle otra perspectiva de que le maestro va a sufrir mucho, “pero la gente es muy hospitalaria y agradable”.

La cercanía del lugar de donde este egresado vivía no escapaba al conocimiento de los hechos que ocurrían en torno a esa escuela.

“Es como en todo, de oídas, si se presentan situaciones donde compañeros o compañeras que tienden a la lucha por el poder de las escuelas, el controlar la situación estudiantil y luego tratar de intervenir en las actividades escolares sin embargo personal que ya ha trabajado por años trata de controlar las cosas y mantener el rumbo sin embargo yo no podría descartar que luego si hay intereses de grupos externos que busquen presionar”.

Ramírez Martínez cuestionó el hecho de que la institución le reste importancia a la participación de los padres de familia, “es una parte importantísima del esquema escolar para establecer un diálogo y sobre algunas situaciones que se están dando y que ahí pueda recibir un trato especial pues es un internado”, y agregó, “la escuela en algún momento ha tenido situaciones difíciles y han sido los padres de familia quienes han venido a salvar la situación”.

Dijo haber formado parte del CE con la convicción de que la escuela se mantuviera abierta, “ha habido siempre la amenaza del cierre de la escuela por la formación un poco contraria a lo que el gobierno no le gusta, hay una posición crítica social, sin embargo, es bueno porque aprendimos muchas cosas”.

Preguntado sobre los beneficios como parte del CE, “en esos tiempos era por convicción no había recursos y el que quería ser parte pues lo hacía con sus propios recursos, siempre nos mantuvimos autónomos con decisiones colectivas y de amplia difusión y cuidamos mucho la imagen de la escuela, parece que hoy ya hay un financiamiento, pero antes no era así”.

A  pregunta directa de si el “tratamiento” recibido al denunciante es parte necesaria para el aprendizaje o si es un demostración neta de quien tiene el poder en la institución, Ramírez Martínez respondió: “esa es la pregunta que nosotros nos hemos estado haciendo, la formación de un maestro no es de una semana, es toda la vida y esto implica muchas situaciones de respeto, entonces, que es lo que debemos enseñarles a los maestros,  no se en que momento esa semana se inauguró pero lo que sí está muy claro, desconozco que les ponen en la semana, luego se hace esa semana para otras cosas”.

Sería importante que la autoridad revise, debemos estar evitando que gente salga lastimada” y agregó nos hemos platicado con autoridades de muy alto nivel en la secretaría de educación y les hemos comentado que la autoridad, son ellos, ¿por qué permiten tantas cosas?

Al final de cuentas ellos deben de tener mas personal y su representante y que son los que deben de marcar ahí la línea de que es lo que se debe y no de hacer;  muchas veces le echan  la culpa a los muchachos, pero al final de cuentas los estudiantes están bajo un esquema de autoridad y de poder, no pueden estar sueltos y si algún alumno está cayendo en actitudes ilícitas se le tiene que sancionar”.

Dijo que, al interior, los escolares generan códigos y un autogobierno que rige la vida de los estudiantes.

Finalmente, Ramírez Martínez dijo desconocer la existencia del Libro.

Para finalizar, Ramírez Martínez concluyó que lo sucedido con el denunciante “no se debió de haberse ido nunca ningún alumno aunque parece ser que se fueron dos más, las autoridades deben de investigar pues esto nos lastima, la escuela no tiene la culpa” y agregó,  “las acciones que expresa alguien se deben de castigar”, concluyó.

Por Luis Ángel Galván

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