Cerrar los ojos a la realidad, o negar inclusive que esta existe para luego levantar la mano y afirmar que se va en el camino correcto es como negar la propia existencia del ser humano.

Desde la llegada de la nueva administración federal, se pensó que vendría a cambiar por completo a este pobre, pero aguerrido México que a pesar de las circunstancias  busca sobrevivir al acecho de muchos intereses que hoy disfrazados de aceptación  pretenden congraciarse con los del propio gobierno y así continuar sangrando al país.

Las promesas hechas a los transmigrantes no han tenido eco; el sur se debate en una lucha entre hermanos donde los más vulnerables han sufrido los efectos de esta nueva política pública migratoria que lejos de encontrar una salida viable la han suplido  con la contención y así evitar  mucha de la responsabilidad que como país involucrado adquirió.

La lista de solicitantes de asilo cada día va en aumento; la respuesta de las responsables es muy lenta,  la población flotante permanece y con el pasar de los días aumenta, pero también  es sujeta al constante acoso de los propios maleantes, al racismo, xenofobia y discriminación  de los que hoy reniegan por el maltrato de los nacionales en los Estados Unidos, sin olvidar el de las propias autoridades que lejos de contribuir a una solución agravan el problema.

La ausencia de una realidad ha llevado a que el sistema sea rebasado, y donde impera el poder del más fuerte.

Niños enfermos, incremento de personas en situación de calle, albergues saturados e incumplimiento de compromisos han generado un caos que alimenta el rechazo hacia los no deseados.

No es cerrando los canales de comunicación o censurando la verdad como se va a enfrentar esta realidad, hace falta más visión, conocimiento y capacidad para resolver los problemas que México  tiene.

Por Luis Ángel Galván

enlacemagazine@hotmail.com

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